1356. Jueves, 26 febrero, 2009

Capítulo Milésimo tricentésimo quincuagésimo sexto: "La vejez llega inesperadamente. De pronto ya no saltas de la silla, te levantas, que es una acción distinta”.(Katharine Hepburn, 1907-2003; actriz estadounidense)

En su lucha por existir, las plantas utilizan todas las armas a su alcance conformando un comportamiento instintivo que podríamos llamar inteligente, pero que carece de emociones o de la capacidad de aprender. Vamos, que son listas las condenadas. Para reproducirse ofrecen flores y frutos a insectos y otros animales. Para asegurarse el espacio y el agua segregan sustancias que inhiben la germinación de plantas de su misma especie. Repelen a los depredadores y plagas con hormonas y sustancias tóxicas que atajan la proliferación de larvas. Incluso las ultimas investigaciones han descubierto que las plantas programan sus ciclos vitales, reúnen información del entorno y toman las decisiones más adecuadas para su supervivencia según un sistema de “computación distribuida” semejante al de una red de pequeños ordenadores. Es decir, que cada una de las hojas de la planta responde a lo que hacen las demás formando un sistema de información-reacción que permite regular con mayor precisión los mecanismos biológicos de la planta.

Aun así, para la mayoría de los científicos, todas las habilidades de las plantas, por extraordinarias que puedan parecer, no demuestran en absoluto su inteligencia y mucho menos su sensibilidad. Aceptan que éstas se mueven por propia iniciativa y toman decisiones que las benefician; por ejemplo, el tallo y las ramas de una planta se dirigen hacia una fuente de luz, y las raíces crecen hacia la humedad. Pero sus objetivos son innatos, es decir, su capacidad de reacción es similar al instinto animal; no se trata en absoluto de facultades aprendidas en un proceso de educación. La planta no aprende ni agrega ninguna capacidad adicional como fruto de la experiencia, por lo que no puede decirse de ellas que tienen sentimientos o inteligencia en el sentido estricto de la palabra.

Dicho lo cual, pensaba yo que parece mentira la cantidad de nombres propios de gente -de los que habitualmente nos rodean-, que pueden ser capaces de sustituir en la parrafada anterior a la palabra “planta” sin desvirtuar absolutamente nada del texto y encajando como anillo al dedo. Sobre todo en el entorno laboral. El mundo es un pañuelo.

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