1303. Viernes, 28 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo tricentésimo tercero: "La única razón para que el tiempo exista es para que no ocurra todo a la vez." (Albert Einstein, 1879-1955; físico estadounidense)

Lutero, al que -como él mismo cuenta- su madre azotaba hasta hacerle sangrar por haber comido una nuez sin permiso, fue también el pionero en llevar una estadística sobre la frecuencia de las relaciones sexuales. Él, metódico a más no poder, tenía un diario en el que apuntaba lo "importante" que le pasaba cada día. Así, cuando se caso a los 42 años con una monja de 26, no se le ocurrió otra cosa que apuntar en la libretita todas y cada una de las veces que tenía relaciones sexuales con su santa esposa: 104 durante el primer año.

Hay que reconocer que Lutero iba un poco justo en el asunto, más teniendo en cuenta que las notas correspondían a su primer año (época en la que, digo yo, que si llevas 42 años esperando tienes que coger aquello con más ímpetu, y sobre todo si nos fiamos (que a lo mejor es mucho fiarse) de los estudios de los fabricantes de preservativos que sitúan la media mundial en 127; Hungría a la cabeza con 152, Malasia y Suecia a la cola con 103.

Claro, que esto no hace sino volver a dejar por gran sabio a Albert Einstein cuando se le ocurrió aquella perogrullada del todo es relativo. Porque a ver, ¿qué son 127 veces (o incluso -poniéndonos en plan fantasma- 200) al año cuando cualquier león es capaz de copular hasta 80 veces al día? ¿Y qué son esas 80 veces al día del león cuando un hámster puede hacerlo 65 veces en una hora? ¿Y qué son las 65 veces por hora de los hámsteres cuando sus primos hermanos, los jerbillos (unos simpáticos ratones del desierto mejicano), lo hacen 224 veces en el mismo tiempo...?

Pues eso, que todo es relativo. Así que nada de preocuparse y a pensar en lo básico, que lo verdaderamente importante es la calidad.... y que no se conforma es porque no quiere. Hasta el lunes.

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1302. Jueves, 27 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo tricentésimo segundo: "Los mejores doctores del mundo son: el doctor dieta, el doctor tranquilidad y el doctor alegría". (Jonathan Swift, 1667-1745; escritor satírico irlandés)

Visto el guirigay que, por cuestiones laborales, se me formó ayer, a veces entiendo a la perfección al filósofo griego Demócrito de Abdera cuando decidió arrancarse los ojos para poder meditar mejor.

Hay días en que no le dejan a uno hacer nada coherente. Pero nada.

Y ya que está tan de actualidad lo de las caras virtuales que visualizan emociones, aquí van algunas autoinstantáneas tomadas a lo largo de tan gloriosa mañana:

Está siendo una semana tonta esta.

... de rigor

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1301. Miércoles, 26 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo tricentésimo primero: "Nos gusta llamar testarudez a la perseverancia ajena pero le reservamos el nombre de perseverancia a nuestra testarudez." (Jean-Baptiste Alphonse Karr, 1808-1890; periodista y novelista francés)

Uno, como niño pobre de provincias que fue, (lo de niño ya se me pasó pero lo de pobre aún lo arrastro... mira si no podía haber sido al revés), ha crecido sin muchos ídolos que llevarse a la imaginación.

Cosa bastante comprensible, los héroes de aquélla época en la televisión, una abeja sabelotodo con voz de pito que iba de flor en flor, y una niña mofletuda que no tenía más ocurrencia que ponerle pichí a un pájaro y copo de nieve a una cabra, no casaban bien con la vida real de extrarradio donde el mejor, siempre que el día fuera tranquilo, era aquel que más lejos llegaba meando la tapia de los curas trinitarios.

Quizá por esa carencia afectiva, lógica después de semejante infancia, exista ahora tan poca gente famosa a la que me gustaría parecerme, gente a la que admirar y a la que seguir, ídolos a los que poder imitar y de los que poder decir aquello tan emotivo de "... yo de mayor quiero ser como él".

Y entre esos pocos mi más sincero homenaje a gente –genios sin duda- como Rossini, el famoso compositor, cuya forma de vida debería ser un ejemplo a imitar por cualquier persona humana. Rossini, con fama de sibarita, se retiró, a pesar de estar en la cima del éxito, a los 37 años, justo después de comprobar que ya tenía el suficiente dinero para vivir razonablemente bien hasta su muerte. Y lo hizo por seguir fiel a sus principios, unos principios que fue capaz de resumir en la muy atinada frase: "¡soy vago!" pronunciada la vez en que, mientras escribía acostado, se le cayó una partitura y por no molestarse en cogerla, la abandonó y empezó otra nueva.

¡Ésos son héroes y no los del silencio! Yo de mayor ... como él.

... la "incómoda" muerte de Atila

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1300. Martes, 25 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo tricentésimo: "El más rico es aquel cuyos placeres son los más baratos" (Henry David Thoreau, 1817-1862; filósofo anarquista estadounidense)

Yo comprendo que la gente que va a comer a un sitio tan principal tiene que ser gente de posibles, pero a uno se le hicieron un poco excesivos los precios.

Será por la costumbre de comer el bocata de calamares en Atocha. Será.



A un mes justito para la navidad y con un frío del carajo, digo yo que esto debe ser lo que llaman un post chorra. Pero mucho. Anda uno pensando en otra cosa y luego pasa lo que pasa. Es lo que hay.

... luciérnagas asesinas

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1299. Lunes, 24 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo nono: "Los hombres se equivocan más a menudo por ser demasiados listos, que por ser demasiado buenos." (George Bernard Shaw, 1856-1950 escritor irlandés)

Cuentan las crónicas que un verdugo de la Revolución Francesa pedía a sus condenados que, si seguían conscientes (y es de suponer que algo doloridos) una vez decapitados, parpadeasen, si le hacían ese favor.

Y cuentan las crónicas que fueron varias las cabezas que parpadearon durante unos 30 segundos.

De lo que se puede sacar dos incuestionables conclusiones: que debe doler lo suyo que te corten la cabeza (aunque sean sólo unos cuantos segundos), y lo que es más importante: que hasta en las peores situaciones hay gente amable a la que no le importa echarte una mano, sobre todo si les pides las cosas por favor. No deberíamos perder la fe en la humanidad. Nunca.

... el pinchazo del placer

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1298. Miércoles, 19 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo octavo: "Nunca tomes una pastilla para dormir y un laxante la misma noche". (Rachel - Gallimaufry en “16 cosas que alguien ha tardado 50 años en aprender”)

Miércoles tuneado de viernes gracias a unos escasos días de vacaciones que todavía me quedan pendientes. Desde esta tarde -y hasta el domingo- andaré entre/por España y Portugal. Mientras, aquí dejo una de esas interminables reflexiones (no tanto por su extensión, que también, como por lo peliagudo del tema) sobre “formas de conseguir pareja y no morir en el intento”. Que, aunque no salga en los periódicos económicos, la crisis a estos niveles también se nota. Y mucho.

A pesar de existir cientos, quizá miles, de manuales dedicados a explicar el asunto, basta analizarlos un poco para darse cuenta que, básicamente, pueden reducirse a tres los procedimientos para conquistar a la persona de nuestros sueños ... o al menos el amor eterno que nos toque esa semana.

La primera es casarse con ella; algo relativamente sencillo si la otra parte está conforme, lo que suele depender de una cosa muy simple: que se enamore o no de nosotros. Vale que en el lote te suela entrar la familia, pero con los tiempos que corren la cosa no es difícil. Con los padres, por ejemplo, es muy fácil; en cuanto uno insinúa sus intenciones te abren emocionados los brazos y con una rapidez un poco sospechosa, te adjudican al mozo o a la moza, dándote a entender, poco más o menos: “toma, majo, te ha tocado, para ti para siempre, no se admiten cambios ni devoluciones. Que el señor te ampare”. Esta solución suele estar bien vista por el resto del mundo y es la que más se ha llevado hasta ahora.

El segundo sistema es más complicado y su éxito depende de muchos imponderables. Hay que convencer a la persona de nuestros sueños de que somos unos tipos fenomenales, de que nos resulta imposible vivir sin él (o ella) peeeeero... que no podemos ir más allá porque ya estamos casados (conviene acompañar el discurso con el tradicional -aunque todavía sorprendentemente válido-: “mi matrimonio está roto, mi mujer no me comprende.. pero las circunstancias para dejarlo no son ahora las mejores y bla, bla, bla..). Serán de gran ayuda en estos casos detalles espirituales que den a entender que es la única persona que te importa de verdad: un día se le regala una rosa; otro día un bote de gel al chocolate (que, aunque en los juteco los hay muy buenos a 1,99 euros en oferta tres por dos, convendría vendérselo como si fuera algún producto exclusivo traído de París) y, si es preciso, hasta un i-phone de 16 megas mínimo. Todo es poco cuando se trata de que se avenga a razones y no quiera tenernos es exclusiva. No es, como es natural, un método seguro, pero resulta menos comprometido que el matrimonio y, aunque a primera vista no lo parezca, resulta también mucho más barato que el primero.

Y el tercer procedimiento, tan antiguo y salvaje como el hombre mismo, se lo puede uno imaginar: caer sobre la presa inesperadamente para obtener lo que se desea de ella a la fuerza. Hay gente para todo, aquí y en todas las partes, y creo que sobran los comentarios.

Sin embargo y ya que estamos con este asunto, existe una noticia sobre el tema que bien merece unas esperanzadas líneas. Por lo visto, en el Canadá, según dicen los papeles, un laboratorio ha logrado un producto que puede resolver el problema. Se trata de una ampolla de cristal, con una sustancia extraída de glándulas de mofeta, cuyo olor es tan asqueroso e insoportable que uno tiene que salir huyendo. Las mofetas usan este olor para defenderse de sus enemigos, y parece razonable que las personas humanas hagamos lo mismo. ¿No se emplean perfumes carísimos para atraer a quien nos gusta? Pues esto es parecido, solo que al revés. La ampolla se puede llevar en cualquier sitio y, si se produce un momento de peligro, bastará con una simple presión de los dedos para que el presunto agresor saliera huyendo. Y aun suponiendo que se resistiera, tampoco pasaba nada: el olor es tan repugnante que actúa en sentido inverso a un afrodisíaco. A continuación bastaría con pegarse un buen baño, colocarse otra ampolla en el sitio adecuado y listo. Algo práctico y sencillo que puede llegar a rebajar el número de páginas de sucesos de los periódicos.

Hasta el lunes pues.

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1297. Martes, 18 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo séptimo: "¿Estupidez humana? Humana sobra, los únicos estúpidos son los hombres" (George Bernard Shaw, 1856 - 1950; escritor irlandés)

A lo largo de estos años escribiendo aquí ha quedado claro que el haber sido de ciencias ha supuesto, aparte de ser más viejo que la orilla del río (la palabrita "de ciencias" debió de dejar de usarse allá por el paleolítico superior), ser un analfabeto funcional en cuanto a poder escribir de una forma medianamente correcta.

Y no me refiero ya a las faltas de ortografía, (por mucho que digan tampoco creo yo que sean tan importantes a la hora de entender un texto -alguien vueno no va a dejar de serlo por escribirlo con b o con v-) sino a mi desconocimiento para usar correctamente los signos de puntuación. Y la culpa es sólo mía, que a pesar de ser de colegio público de toda la vida me los explicaron perfectamente.

Y mira que son importantes, tanto que hasta pueden salvarte la vida.

Maria Fedorovna, amante y leal esposa del Zar Alexander III (1845-1894) se apiadó de cierto súbdito al que su marido enviaba deportado a Siberia. La buena mujer intercepto el documento del Zar que decía: “Perdón imposible, enviarlo a Siberia”, y le cambió hábilmente la coma. El "nuevo" texto se convirtió en un “Perdón, imposible enviarlo a Siberia.”

Y alguien le debió de estar eternamente agradecido.

... la empatía del dolor

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1296. Lunes, 17 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo sexto: “Si los anunciantes se gastaran la misma cantidad de dinero en mejorar sus productos de lo que se gastan en anunciarlos, ni siquiera necesitarían anunciarlos”. (William Penn Adair, 1879-1935; escrior y actor estadounidense)

Hace algunos años, la oficina de la empresa de publicidad Ogilvy en Singapur recibió de la congregación religiosa Love Singapur el siguiente reto: “Dios tiene un problema de imagen. ¿Pueden ayudarle?

Superada la fase inicial de sorpresa, los ejecutivos de la multinacional se pusieron manos a la obra y diseñaron una estrategia de marketing para Dios. El resultado: una campaña en televisión, vallas, radio, prensa, en una recién nacida internet y hasta por los entonces casi inexistentes sms, cuyo objeto era presentar a Dios como alguien cercano y dispuesto a ayudar.

Sobre fondo negro y sólo mediante unas sencillas letras blancas, la población del país asiático fue tropezando con mensajes del tipo: “Odio las reglas, por eso sólo hice 10”; “No olvides el paraguas. Puede que hoy riegue las plantas”; “Por favor, no bebas si conduces; todavía no estás preparado para conocerme”; “Gracias a mí, es viernes”. Todos los mensajes, como es obvio, llevaban la misma firma: Dios.

A las dos semanas, el gobierno prohibió la campaña en prensa y en televisión, pero ésta prosiguió a través de internet y de los sms. Fue un éxito. Las encuestas revelaron que la popularidad de Dios se había incrementado un 40%. Y la campaña –en parte gracias a su prohibición- se convirtió en la más famosa de toda la historia de Singapur.

A lo práctico. Necesito urgentemente una empresa de publicidad así. Si fueron capaces de vender algo tan intangible como Dios, cambiando su imagen de vengativo y desconsiderado por otra de amabilidad y gentileza, qué no harían si se pusieran a lanzar mensajes a mis amados jefes enumerando las múltiples bondades laborales que adornan mi modesta persona. La nómina extraordinaria con la productividad está al caer y, aunque llevo ya tres días poniéndoles cara de que me interesa todo lo que me dicen, no me vendría nada mal una ayudita extra que les explicara lo competente, eficaz y abnegado que resulta un servidor en su trabajo. Nadie como los expertos en marketing para hacer pasar lo irreal por evidente. Son unos genios estos chicos.

... miedo a las sombras

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1295. Viernes, 14 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo quinto: "Es muy fácil percibir lo imposible cuando no se trata de practicarlo uno mismo." (Jean-Jacques Rousseau, 1712 - 1778, escritor y filósofo suizo)

529 son las posiciones que hay en el Kamasutra.

Y unos tres años y seis meses (de media) el tiempo que necesitaría una pareja normal para poder hacerlas todas.

Habría que empezar cuanto antes. ¿No?

Pd. Los señores importantes que tengan que estar reunidos por los Estados Unidos este fin de semana arreglando el mundo pueden empezar el lunes. Lo primero es lo primero. (Aunque pongo la mano en el fuego de que sacaran un ratito para hacerme caso. Más buenos que son ellos...)

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1294. Jueves, 13 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo cuarto: "Lo bello es aquello que es inteligible sin reflexión" (André Malraux, 1901-1976; novelista, aventurero y político francés)

Si algo "bueno", (lo de "bueno" entre comillas y cursiva no sea que se malinterprete), tiene estar tantas horas en el trabajo es que a uno le da tiempo a pensar en todo tipo de cosas con tal de ir matando el tiempo. Hasta el mismísimo google lo escupe cuando buscas peluche en él: “cualquier cosa antes que trabajar durante el horario de trabajo. Hasta escribir un blog.”

Y en esas estoy yo, dándole vueltas a la cabeza sobre lo mucho que tiene que disfrutar, por ejemplo, un fetichista de los pies trabajando en una zapatería. Pura envidia de aquellos que sí saben gozar en y con el trabajo.

Y ya que ando con los fetiches uno curioso -a la par que inocente-, el pigmalionismo, o atracción sexual hacia las estatuas.

Aunque no tan raro como uno pudiera pensar, ya en Grecia cuentan las crónicas como un hombre profanaba habitualmente cierto templo dedicado a la diosa Afrodita para intentar mantener relaciones sexuales con la mismísima estatua de la diosa. Y tampoco hace falta irse tan lejos en el tiempo, entre los Koryak, una de esas tribus de Siberia que sólo sale en los documentales de la televisión, aún existe la costumbre -muy extendida entre los jóvenes solteros- de dormir con varias piedras a las que consideran sus esposas.

Ni tan lejos en la distancia. Hay cierta parte (el culo) de cierta figura (un ángel) en cierto monumento (el dedicado a José Cubero Sánchez, el Yiyo, obra de Luís A. Sanguino) situado a la entrada de cierta plaza de toros (Las Ventas) de cierta capital de España (Madrid) cuyo trasero es un verdadero lugar de peregrinación para cualquier pigmalionista que se precie. Y vista la cantidad de gente que a cada rato pasa su mano sin el menor disimulo por el susodicho culo del ángel, hay que reconocer que son legión.

Por cierto, a mi también me gusta que esté duro, pero tanto, tanto...no.

... días y días

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1293. Miércoles, 12 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo tercero: "El seis es el número que va a tener familia” (Ramón Gómez de la Serna, 1888- 1963; escritor español)

Es curioso cómo nos gusta arroparnos en los mitos, arquetipos o leyendas. Esas palabras que implican ideas, la mayoría falsas, que a fuerza de repetirse se convierten en creencia tienen la virtud mágica de protegernos ante cosas tan sencillas pero apabullantes como la verdad.

La construcción de un mito se desarrolla en varias fases, seguramente cada una más perversa que la anterior y alimentadas por la imaginación necesitada o enfermiza de muchos, pero lo cierto es que cuando el bulo cobra forma, éste tiene vida propia y casi siempre se lanza imparable. Cruel, desbordado. Aunque en nuestro foro interno conozcamos el mezquino caldo de cultivo en que se crea y que lo que nos cuentan no resiste el análisis más superficial, es más cómodo dejarse atrapar por sus redes de seducción, sin cuestionar, sin buscar elementos que demuestren que lo que parece no es.

Todos somos víctimas de los mitos culturales, hasta los que creen no tenerlos. Y así ocurre que muchos van pensando por ahí que los gays estamos más preocupados por hacer muescas en el cabecero de una cama que por la calidad de los sentimientos de nuestra pareja; nos han hecho creer que somos más promiscuos y que sólo vivimos pendientes de un buen polvo, a punto a todas horas y en cualquier circunstancia para lidiar en el campo de batalla. O incluso que la relación de pareja, el matrimonio, es el perfecto antídoto para el erotismo.

Y que decir de la vida laboral, con su desproporción, con sus ambiciones siempre desmedidas, absurdas, inalcanzables. Hay algo en esta cultura del trabajo que me molesta profundamente y es precisamente esa desmesura, esa desproporción, esa absoluta falta de adecuación entre las aspiraciones que te han estado inculcando y la realidad, entre las pretensiones de estar razonablemente a gusto y la estulticia a la que tenemos que enfrentaremos cada día, entre nuestro desaforado deseo de hacer razonablemente bien una tarea para la que nos sentimos preparados y la posibilidad (o más bien la imposibilidad) de conseguirlo.

Caen los mitos, y con ellos un poco de nuestra educación sentimental porque, afortunadamente para todos, estamos aprendiendo a compartir y reclamamos el derecho a sentir igual, a ser igualmente activos o a tener las mismas reglas a la hora de lanzarnos a vivir cada día.

Hace ya seis años creí que algo por aquel entonces todavía en pañales -a lo que algunos empezaban a llamar bitácoras y otros blogs- podía ser una buena oportunidad para acabar con los mitos, sobre todo, los falsos. Romper con leyendas malintencionadas y utilizar el escaso tiempo libre -y la sobrada fantasía- en un ejercicio positivo de imaginación. Extraer toda la energía de las palabras y aprender a reconocer actitudes, sin prejuicios, de cara, y quizá filosofar un poco bajo el sol del otoño para perder el rictus de cariátide, esa imagen que se presenta impasible cada mañana laboral, como si no pasara nada, aunque por dentro aguante estoicamente toda su historia.

Aquí sigo, con las intenciones (casi) intactas seis años después. Pasa y tómate algo.

... fetiches

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1292. Martes, 11 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo segundo: "Hay personas que no saben perder su tiempo completamente solas. Son el azote de las personas ocupadas". (Louis Gabriel, vizconde de Bonald, 1754 -1840; político, filósofo, escritor y publicista francés)

El director italiano de cine Federico Fellini, un tipo listo, se negaba a participar por sistema en cualquier reunión, acto, conferencia o similar al que era invitado. Él explicaba claramente sus motivos:

“... a la mayoría de estos actos sólo asisten dos clases de personas: los que hablan de cosas de las que no entienden y los que no entienden de qué se les está hablando”.

Pues a un servidor, tenaz y acérrimamente incluido en el grupo segundo, se empeñan en convocarle una y otra vez.... para aguantar a los del grupo primero. Y de forma obligatoria.

¡Qué ganas tengo de jubilarme!

... fetiches

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1291. Lunes, 10 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo primero: "Comida sin siesta, campana sin badajo". (Refrán español)

Después de comer nos entra sueño. La culpa la tiene la digestión, un proceso en el que se consume el diez por ciento de las reservas energéticas diarias.

El aparato digestivo necesita consumir energía para masticar los alimentos, llevarlos al estómago, degradarlos con ácido y volcar la papilla resultante en los intestinos, donde avanzará lentamente hacía el ano mientras los nutrientes atraviesan las paredes intestinales hasta pasar al torrente sanguíneo.

Para completar la tarea, el cuerpo ordena un aporte extra de sangre a los intestinos, lo que provoca un pequeño desabastecimiento del cerebro y la somnolencia tras la comida. Reciente investigaciones en cronobiología han confirmado que durante las horas que dura la digestión se produce una ligera bajada de temperatura corporal que propicia la sensación de sueño.

Seamos serios, o dejamos de comer o dejamos de trabajar por la tarde. Se trata de elegir. Ambas cosas son científicamente incompatibles.

... de vírgenes a ninfas

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1290. Viernes, 7 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo: "Adonde quiera que fueres, ten de tu parte a las mujeres" (Proverbio universal)

Por razones bioquímicas, psicosomáticas, o por alguna otra causa aún más compleja (y que yo particularmente nunca podré entender), la mujer ha despertado siempre en el hombre una fuerte atracción. Ese ser delicado, bello y aparentemente desvalido, provoca en el individuo del sexo opuesto un inexplicable instinto posesivo, de forma que ante una persona humana femenina bien dotada, proporcionada y redondeada, el varón reacciona normalmente con el deseo imperioso de llevársela a casa. No importa que allí ya tenga otra bastante apañada; él se la llevaría de todas formas y acumularía con mucho gusto varios de estos seres tan incomprensibles como misteriosos, como hacen en los viejos y sabios países donde existe aún la poligamia. De puro buenos que son los hombres, ésa es la verdad.

Pero, por desgracia para la mayoría, la cosa no es fácil; al menos en Occidente la costumbre hace que toquen –de forma simultánea al menos- a una sola mujer por barba, de modo y manera que sus humanos y protectores sentimientos pueden ejercerlos, al menos en teoría, una única vez. Y esto crea problemas.

El subconsciente de muchos individuos no se ha resignado; son ninfocleptomanos, como si dijéramos, y no consiguen hacerse a la idea de que con una sola mujer tienen que conformarse; esto hace que miren a las demás, especialmente a las jóvenes y guapas, con la nostalgia que producen los caminos no andados y con una amargo sentimiento de frustración. Pobres hombres... tantas mujeres y tan poco tiempo.

... más "historias extra-ordinarias" todo el fin de semana

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1289. Jueves, 6 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo octogésimo noveno: "En casa vieja todo es goteras” (Proverbio eslovaco)

Te levantas medio dormido y sin saber cómo acabas delante del espejo enfrentándote a la cruda realidad: enllegando a estas edades ya no queda ni el consuelo de pedir un completo xxxl en la corporación dermoestética.

Sí, vas, consultas (que para eso la primera es gratuita), y te dicen que algo se puede hacer, que visto lo visto la cosa está difícil, que te va a salir caro pero que ellos son los mejores y que después de que te quiten de allí, te pongan aquí, te bajen aquello y te suban, sobre todo te suban, esto, vas a tener que poner en el D.N.I. la foto de cuando hiciste la primera comunión.

Pero claro, lo que no te cuentan es que a estas alturas de la película el material del que dispones para que te lo manipulen está ya tan trabajado, está ya tan aporreado que antes de que terminen de subirte la papada ya se te ha vuelto a caer el glúteo izquierdo. Justo por el que empezaron. Así no hay manera. Juventud, divino tesoro.

... el silbido del agua

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1288. Miércoles, 5 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo octogésimo octavo: "Allí donde el mando es codiciado y disputado no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia" (Platón, 427 a. C.-347 a. C.; filósofo griego)

Cuenta el autor de Dilbert, el mismo que considera al jefe perfecto sólo a aquel que muere de muerte natural un jueves por la tarde, la historia de un moderno ejecutivo que compró ordenadores portátiles para que los empleados de la empresa los utilizaran cada vez que fueran de viaje. Pero este jefe pensó que cualquiera podía afanar aquel valioso material con la consiguiente pérdida económica para la empresa. Solución: encadenar los portátiles a las mesas de los despachos para así evitar los posibles robos.

Ya sé que para la psicología moderna el solo hecho de plantearse que todos los jefes son idiotas se basa en un deseo de vengarse de la autoridad y del poder establecido, (aunque yo crea que es simplemente envidia cochina) pero, y partiendo de que el amplio muestrario de estupidez humana que pulula por nuestro círculo laboral no entiende de cargos.. ¿a que da la ligera impresión de que para llegar a jefe en la cosa pública uno tiene que ser un poco tonto?



... piratas y corsarios

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1287. Martes, 4 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo octogésimo séptimo: "El dinero lo inventó el diablo, por eso no conviene pregonarlo” (Proverbio egipcio)

De toda la vida uno aprendió que la propina es, sobre todo, un símbolo de agradecimiento por un trabajo bien hecho. Teniendo en cuenta semejante afirmación resulta que, a pesar de tener que tratar cada día con un montón de gente, jamás de los jamases me han dado una sola propina... por lo que he llegado conclusión de que nunca, nadie, ha quedado satisfecho con mis servicios laborales.

Lo de las propinas, como todo, tiene su historia. La cosa empezó en la antigua Roma cuando se recompensaba con una copa de vino a todos los que acudían a una asamblea. Por eso, la palabra propina viene del verbo “propinare” que, ni más ni menos, significa “invitar a beber”, agasajo que con el tiempo se sustituyó por dinero.

Más curiosa, y mucho más practica, es la versión inglesa de propina: “tip”, palabra que deriva de un cartel que les dio por poner a algunos comerciantes sobre las cajas registradoras en los que se podía leer “to insure promptness”, y que significaba algo así como “para asegurar rapidez”, indicando a los viajeros que una moneda de más les aseguraría una atención inmediata.

Dicho lo cual he decidido pasar a la acción.

Estoy pensándome seriamente poner un cartelito bien grande a la entrada que diga algo así como “se admiten tips”, (mucho más elegante y discreto que el “se admiten propinas”). Sabiendo la afición que tienen la mayoría de los que por aquí pasan por ser los primeros en ser los atendidos seguro que me saco un sueldecito extra. Buena falta me hace... por la crisis y eso.

... la redundancia de los padres y las madres

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1286. Lunes, 3 noviembre, 2008

Capítulo Milésimo ducentésimo octogésimo sexto: "Cuando tengas un limón en vez de quejarte por tener algo amargo y agrio, hazte una limonada" (Julius Rosenwald, 1862 - 1932; empresario estadounidense)

Vamos, aquí uno que se apunta a dejar su cuerpo durante el horario laboral más suelto que el de una muñeca chochona después de un chute de sosegon intravenoso. No voy a ser yo quien me produzca “tensiones innecesarias”. Y menos un lunes. Sólo faltaría.

... coca

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