1154. Miércoles, 2 abril, 2008

Capítulo Milésimo centésimo quincuagésimo cuarto: “Puritano: persona que jamás aceptará la idea de que la nacer ya se encontraba en la cama con una señora” (Proverbio macedonio)

¿Por qué se empeñan siempre en presentar a los recién nacidos como unos pequeños seres indefensos? Proporciónese a cualquiera de ellos un hogar propio y nos daremos cuenta de que es el ser menos indefenso de todos lo que habiten en la casa. Todo lo que necesitará para satisfacer sus caprichos es que se preocupen un poco de él. Si esto no ocurre, lanza un leve quejido, y si pasa del quejido a la rabieta, tendrá a toda la familia en vilo durante varios días.

No puede andar, ni hablar y tampoco alimentarse o bañarse por sus propios medios, pero hasta en eso tiene suerte. No puede andar, desde luego; pero sí, en cambio, permanecer echado en la cama todo el santo día, dando patadas al aire, algo que ya nos gustaría a muchos. Tampoco puede hablar, pero esto le evita contestara a tantas preguntas estúpidas que nos hacen a los demás cada día, discutir sobre política o fútbol o tener que aguantar por cortesía a cualquier pelmazo empeñado en contarle su vida. Y si tuviese que soportar esto último, siempre tendría la posibilidad de volverse de espaldas y dormirse, algo que ninguna persona, por muy educada que fuera, reprobaría.

No tiene que preocuparse de qué ropa se tiene que poner cada mañana o de qué es lo que va a comer. Nadie pondría ningún gesto raro si prefiriera estar desnudo y si no le gusta la comida que le dan puede, con toda confianza, escupirla, lanzarla, vomitarla o simplemente rechazarla sin importarle la persona que esté presente.

Al terminar de comer le está permitido eructar a todo pulmón, ganándose los aplausos de los que, apenas un par de años después, le recriminaran esa misma acción. Igual que le criticarán las formas y los modales que use para comer pero hasta entonces todos se quedarán embobados si decide comer de la forma que sea.

Si luego se convierte en un hombre guapo, rico, bueno o triunfador, no faltará quien lo envidie; pero si por el contrario fuera feo, pobre, miserable o fracasado, le darían todos de lado. Ahora, quizá por última vez en su vida, los poetas le lanzan sus elogios, las señoras mayores lo acarician, todos lo adoran y todos lo miman. Es, sea como sea, el blanco de todos los piropos.

Lejos de representar ese ser indefenso que nos venden, un recién nacido es el único ente que puede utilizar el mundo como una palanca para satisfacer todos sus deseos. Y el mundo tan contento. Por algo ocho de cada diez pediatras confiesan que si volvieran a nacer les gustaría ser un recién nacido para siempre.

... la hoguera de las vanidades.

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