1133. Jueves, 21 febrero, 2008

Capítulo Milésimo centésimo trigésimo tercero: "El hombre verdaderamente libre es el que puede rechazar una invitación a comer sin excusarse. (Jules Renard, 1864-1910; escritor francés)

No tengo nada contra el fútbol. Siendo partidario de la eutanasia -al menos de la propia-, no podría dejar de reconocer el derecho que tienen los demás para ejercer su suicidio mental de la forma que mejor les parezca. Aunque para ello usen algo tan absurdo como ver partidos de fútbol.

Lo que ya me parece un poco peor es no poder meter baza en las muchas conversaciones que hay cada día sobre el tema. Sobre todo teniendo en cuenta que estar callado no es una de las cualidades que tengo más desarrolla.

Por eso y siguiendo aquel buen consejo de "si no puedes vencer al enemigo únete a él" me he preparado algo para soltar en el próximo debate sobre el tema. Así, y justo después de que eldecontabilidad nos informe detalladamente -según su costumbre- sobre la profesión de las madres de todos los jugadores (que con el dinero que ganan ya podían retíralas de la profesión más antigua del mucho, pobrecitas mías) yo soltaré la bomba: ¿por qué ese empeñan en llamar esféricos a los balones si resulta que no son redondos?

El balón de fútbol es un icosaedro truncado, un sólido regular como lo son el tetraedro, el hexaedro, el octaedro o el dodecaedro. Eso sí, en su favor conviene decir que de todos -con permiso del rombicosidodecaedro- el icosaedro es el poliedro más fácil de convertir en esfera. Inicialmente formado por doce aristas y veinte triángulos equiláteros, hay que aplicarles un truquito para que puedan acabar sirviendo para jugar al fútbol: hay que capar sus vértices. Así obtenemos lo que en realidad es: una figura de 12 pentágonos, 20 hexágonos y 90 aristas.

A ver quien lo mejora.

... los Dan-one.

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