1079. Jueves, 22 noviembre, 2007

Capítulo Milésimo septuagésimo noveno: "Me llamo Lester Burnham. Este es mi barrio. Esta es mi calle. Esta es mi vida. Tengo 42 años. En menos de un año habré muerto, claro que eso no lo sé aún. Y en cierto modo, ya estoy muerto. Aquí me tienen, cascándomela en la ducha. Para mí el mejor momento del día. A partir de aquí, todo va a peor". (Kevin Spacey en "American Beauty")

Llevamos varios días de esta semana reivindicando nuestro derecho a ser vagos sin que nadie de los que pudieran (o pudiesen) poner los medios para que ejerzamos de tales se de por aludido y, en aras de nuestros sagrados derechos, solucione de alguna manera nuestra lamentable situación. Pues ya está bien. Basta de quejarse. Pongámonos manos a la obra. Ataquemos el trabajo desde su mismo centro. Hoy, en peluche practico, algunas ideas para inutilizar esa sala de torturas al que llaman lugar de trabajo. Muerto el perro se acabó la rabia.

- Opción una: inutilización del espacio laboral por asesinato de algún compañero de trabajo.

Nuestra zona de trabajo pasaría a convertirse automáticamente en el escenario de un crimen y, por lo tanto, no apto para laborar (por aquello de no destruir las pruebas, uno ve la tele). Es sólo recomendable en casos muy especiales y no ya sólo por los daños colaterales que pudiera traer (parece que hasta es causa justificada de despido.. con lo que te quedas sin cobrar el paro), sino porque parece que aún alegando defensa propia nadie te va a librar de que acabes fichado y con hasta antecedentes, algo que complicará bastante la búsqueda de otro trabajo. Por eso, y aunque es la opción más apetecible (matas dos pájaros de un tiro) conviene pensársela dos veces.



- Opción dos: inutilización del espacio laboral por su transformación en retrete.

Visto la cantidad de veces que los compañeros (y sobre todo compañeras) lo visitan durante el horario laboral, tienes asegurado el trajín suficiente como para no tener que desarrollar actividad laboral alguna y, encima, echarle la culpa a los demás. Un consejo: no es mala idea poner pequeñas pastillas de jabón, botecitos de champú o cualquier otro pequeño accesorio que pudiera atraer a la clientela. Los que mangamos en los hoteles pueden darnos un buen juego.






- Opción tres: inutilización del espacio laboral por la aparición inesperada de una plaga de animales.

Pocas cosas podrán servir mejor de disculpa para no entrar al espacio maldito que la invasión del mismo por una plaga de bichos. Contaremos además con dos opciones, si en la empresa hay algún peñazo (de esos que sólo dejan de hablar de su amor a la naturaleza cuando te cuentan los viajes que hacen en su cuatro por cuatro para meterse entre pecho y espalda un cordero lechal como Dios manda), bastará con soltar oportunamente algunos bichos normales y esperar; ya se encargará él de defenderlos a grito pelado ante la muy probable idea de todos los demás de lincharlos allí mismo, mediante certeros pisotones.






Si por el contrario, lo más ecologista que hay en toda la oficina es la talludita casadera que trabaja en contabilidad porque planta perejil en el tiesto de la ventana de la cocina, lo mejor será simular más que la plaga como tal, sus consecuencias. Un ejemplo grafico ilustrará a la perfección el meollo de la cuestión.



- Opción cuatro: inutilización del espacio laboral por una tuninización del mismo.

Es una de las formas que nos llevará más trabajo, aunque también es de las baratas. Para realizarlo nos puede servir cualquier material, eso sí, antes de elegirlo conviene hacer un exhaustivo estudio que nos informe sobre cuál va a ser el que mejor se ajustará a nuestras posibilidades. Las opciones van a ser tantas y tan variadas que se hace imprescindible determinar pros y contras de cada uno de los casos caso de forma completamente individualizada.

Por ejemplo, si estamos un sitio en el que el material es de libre disposición bastará con echar mano a lo que tengamos alrededor y así no hay que irse más lejos. Unos cuantos de post-it estratégicamente distribuidos no sólo conseguirán nuestro objetivo sino que, además, darán una apariencia de una actividad frenética que ayudará a cuidar la imagen. Un consejo: aunque esta especie de mocos que se van pegando por todos los lados ya hace tiempo que dejaron de ser sólo amarillos, es conveniente ponerlos todos del mismo color ante el riesgo de que alguno piense que te dispones a celebrar una fiesta de cumpleaños y se te presente a gorronear. Bien es verdad que el efecto inutilización sería el mismo, pero la buena imagen de frenética actividad caería en picado.






Si trabajamos en sitios con jefes a los que les gusta más figurar que a un tonto un lápiz, podemos inclinarnos por el culto a la personalidad. A partir de una foto de él, haremos las fotocopias hagan falta y las distribuiremos de la mejor manera posible de forma que nos cubran todo el espacio. Aparte de cumplir nuestra misión inutilizando el asunto, daremos a entender al jefe lo mucho que lo queremos, apreciamos y respetamos. De todas formas hay que tener cuidado, aunque parezca una solución sencilla, hay que tener mucho tacto a la hora de decidirse por este método ya que presenta varios inconvenientes, el primero es una nimiedad pero hay que tenerla en cuenta: te ganarás la antipatía del resto del personal que pasará a catalogarte como pelota. Pero puede tener otro añadido, y éste sí sería ya muy peligroso, no es descabellado pensar que, en vista de las cualidades que te adornan a los ojos del prócer , acabes siendo propuesto para algún tipo de ascenso. Y eso ya son palabras mayores.



Una opción más elegante, aunque bastante más cara, es usar un plástico fino de ese con el envolvemos el chopped. Presenta la ventaja del menor trabajo, ya este material se queda pegado, sin el menor esfuerzo, a cualquier superficie; pero a no ser que seas aficionado a realizar momificaciones en tus pasatiempos sexuales y uses el que te sobre después de una sesión, no acaba de compensar la relación estética-precio.



Aunque perdamos en el plano artístico, el mismo resultado nos va a dar el uso de papel de periódico. Bastará pasarse por un contenedor y arramplar unos cuantos para, a continuación, cubrir toda la superficie laboral que podamos. Presenta un grave inconveniente: el trabajo que nos llevará hacerlo, pero el resultado puede merecer la pena, sobre todo si, una vez que hemos terminado, le pasamos a toda la superficie una manita de cola blanca, cola que endurecerá el conjunto y hará que el resultado de nuestro esfuerzo sea lo suficientemente duradero como para amortizar la inversión energética que hemos hecho.






Una variante de esta opción, muy acorde con la época que se avecina, es usar los papeles de los regalos que vayamos recibiendo. Presenta casi los mismo inconvenientes y ventajas que el papel de periódico pero con muchas posibilidades de mejorar el resultado estético final. Muy importante: antes de inclinarse por ella conviene sopesar la cantidad de papel que podamos recibir y, sobre todo, que los motivos que lo adornen no sean excesivamente navideños. Hay que partir de la base de que nos tiene que durar y no es muy considerado que la última imagen laboral que te quede antes de irte a la playa en agosto sea un Papa Noel volando en trineo.



- Y nos queda una quinta opción: inutilización de espacio laboral por alteración de los elementos comprendidos en el propio espacio.

Aquí la imaginación jugará un papel importante ya que al tener que actuar sobre el contenido y no sobre el continente las opciones pueden ser inmensas. Por eso conviene no abarcar mucho y centrarse en inutilizar aquellos objetos considerados clave. Una buena opción, por ejemplo, sería actuar sobre el teclado del ordenador, algo que, evidentemente, inutilizaría todo el equipo. Es verdad que precisamente el teclado es, con diferencia, la pieza que menos falla en el cacharro (sobre todo si estás deseando que falle), pero siempre hay soluciones más o menos creativas para que eso ocurra sin que se note mucho y, lo que es más importante, sin que puedan demostrar que tú has sido la causa.



Dentro de este punto existe una alternativa que no me gustaría dejar pasar a pesar de que va a ser polémica. Se trataría de cambiar todo el material laboral que tenga algún valor por otro de similares características pero completamente inútil. Me explico, bastaría con sustituir -y es sólo un ejemplo- la pantalla del ordenador por otra del mismo tamaño y misma marca pero hecha de cartón. Pasados unos días haríamos lo mismo con la cpu y así sucesivamente hasta reemplazar todo lo que consideremos importante. Esta opción, por sus especiales características, (algunos mal pensados podrían opinar que al llevarte a casa el ordenador de la oficina estás robando), sólo es recomendable que la pongan en marcha aquellos que desarrollen su función como funcionarios de la cosas pública y/o similares. Y no sólo por aquello de que lo público es de todos, todos lo pagamos y yo quiero mi parte, sino, sobre todo, porque nadie va a saber nunca -ni manera de hacerlo- si el ordenador-caja era o no el que vino de serie cuando transfirieron las competencias y se empeñaron en comprar todo el material de oficina deprisa y corriendo para que el nuevo y flamante señor consejero (y señora) se pudieran hacer las fotos mientras alardeaban de cómo las nuevas tecnologías que hoy tenemos el inmenso placer de inaugurar, constituyen, sin duda, el mejor reclamo para demostrar el enorme interés que las instituciones públicas tienen por mejorar la vida de nuestros ciudadanos, únicos beneficiados del esfuerzo inversor que estamos realizando. Amen.



Sé que algunas propuestas son un poco desesperadas y que bastantes necesitan demasiado trabajo para llevarlas a cabo -precisamente lo que pretendemos evitar-, pero estamos llegando a un punto en el que no nos queda más remedio que pasar a la acción.

Es, simplemente, autodefensa

... la mano a la cartera.

Todos los "capítulos" de "tantos hombres y tan poco tiempo"

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