1025. Martes, 4 septiembre, 2007

Capítulo Milésimo vigésimo quinto: "En el bufet de la vida uno no puede repetir, por eso hay que llenarse la copa hasta el borde y guardarse unos panecillos en el bolsillo". (John Goodman, en la película Los Picapiedra)

Siempre había considerado al papel de culo -lo de "higiénico" no me acaba de convencer mucho- uno de los grandes inventos de la humanidad. Al menos uno de los más útiles. Creo que todos hemos comprobado alguna vez en nuestras propias carnes el desastre que significa no tenerlo a mano cuando lo necesitamos. Y es duro.

El caso es que todos los inventos se han ido perfeccionado a lo largo del tiempo. Poco a poco se han ido adaptando mejor a aquello para lo que fueron creados, mejorando y optimizando sus prestaciones. ¿Todos? Pues todos, todos no. Precisamente el papel de culo es una de esas pocas creaciones que resultaban mucho más prácticas y cómodas de usar en sus inicios que ahora.

Culturas orientales aparte, parece ser que el primer caso oficial documentado del uso de algo semejante al papel de culo oficial, o al menos de algo que cumplía la función de, se encuentra en el siglo XVIII. Por aquellos años a la emperatriz Catalina de Rusia le dio por instalar en su palacio de San Petersburgo un retrete con el fin de que fuera usado, además de su propio uso y disfrute, por sus más íntimos y, hasta en un derroche de generosidad, por algún que otro invitado de confianza.

La taza consistía en un simple agujero (muy adornado, como correspondía al trono de una emperatriz) que daba directamente a un sótano y en el que varios empleados se turnaban para realizar los correspondientes trabajos de limpieza de todo lo que fuera cayendo desde arriba. Pero no eran éstos los únicos empleados de tan higiénico servicio, justo al lado de la taza había siempre un señor que, escobilla en mano, tenía como única misión limpiar, fijar y dar esplendor a todos y cada uno de los traseros que por allí pasaran después de que sus dueños los usaran para una de las variadas funciones para las que la madre naturaleza los diseñó.

La misma faena que realiza el papel de culo, pero mucho más práctico.

No sé, pero me estaba recordando un poco a lo de las gasolineras. Antes ibas a echar gasolina y un señor muy amable se encargaba de todo, ahora te cobran más, lo tienes que hacer tu todo y en cuanto te descuidas acabas pringado de no sé sabe muy bien qué y con un olor que tarda horas en desaparecer.

Unos oficios que, aunque sólo fuera por conservar las tradiciones de nuestros antepasados, no deberíamos permitir que se perdieran.

... el primer videojuego.
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