884. Miércoles, 20 diciembre, 2006

Capítulo Octingentésimo octogésimo cuarto: "Un solo rayo de sol es suficiente para despejar muchas sombras" (Francisco de Asís, 1182-1226, fundador de los franciscanos)
Por cuestiones de edad, pero sobre todo por mantener ciertas apetencias intactas a pesar de estar en ella, creo cumplir ya los requisitos necesarios para entrar en la clasificación de "viejo verde".

El caso es que siempre me intrigó el por qué de llegar a viejo de semejante y no de otro, aunque nunca se me había ocurrido buscar su origen. Ahora, que pertenezco de lleno a tan concurrido "club", he descubierto que tal expresión poco o nada tiene que ver con la que nos han estado contando los que la usan de forma despectiva presentando a los "viejos verdes" como "viejos gotosos y canijos que pasean su artificial gallardía entre las petimetras prolongando sus hábitos galantes fuera de de lo tolerable para su edad y estado". Semejante observación no es más que una de las muchas campañas de marketing que hacen publicistas imberbes para que nos avergoncemos de ser "verdes".

La verdadera definición la da un señor muy importante en estas cosas de la lengua, Sebastián Covarrubias, que en su obra "Tesoro de la Lengua Castellana" al explicar la palabra cana, escribe,

"... a los que siendo viejos y canosos tienen verdor de mozos, decimos ser como los puerros, que tienen la cabeza blanca y lo demás verde".

De cuyo texto se deduce que la expresión "viejo verde" aplicada, como explica el diccionario, al que conserva inclinaciones galantes o apetitos carnales impropios de su edad, se debe de decir por comparación con el puerro y aludiendo, no a la obscenidad, sino al verdor de la juventud, es decir, al vigor y garbo de los mozos.

Vamos que sí, que soy todo un "viejo verde".

... villancicos a la luz de la velas

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